martes, marzo 23, 2010

RAÍCES DE VOLCÁN DORMIDO-QUERIDO MAESTRO

Amigo-a visitante y lector les añado la penúltima entrega. El docente tienes sus sentimientos y sus gozos que quiere compartir contigo. Gracias por tu visita.

QUERIDO MAESTRO

...Por la tarde fue a la casa de Guayarmina que estaba a casi dos kilómetros de la escuela de Doramas Tejera, en el propio barranco.



─ ¡Cariño, qué bien te veo hoy! ─ le dijo nada más verlo.



─ ¡Tú hoy estás hecha una princesa guanche! ─ le contestó meloso.

Como siempre se abrazaron y besaron intensamente. Estuvieron mucho rato en silencio mirándose fijamente el uno al otro. ¡Acariciándose con sus miradas! Luego Doramas le contó entusiasmado lo que habían hecho en clase, ello a pesar de que los padres seguían pendientes de su forma de enseñar. Mientras ellos hablaban, de todos lados les miraban los ojos atentos de los más de cien gatos que tenía Guayarmina, que terminó quitando el enorme perro que tenía porque era un antipático con sus gatitos.

Guayarmina se puso a hacer unos bizcochos borrachos propios del lugar, pues sabía que le encantaban. Mientras, Doramas, sentado en el hermoso patio de flores, oía el canto del agua que corría cristalina por el barranco durante todo el año. También la música de los pájaros que desde la espesura de la arboleda y desde las alturas del palmeral le llegaba clara y sugerente. Se comieron los biscochos a dúo.

Cuando acabaron con los dulces corrieron unos tras otros por el enorme patio de flores y las más de ocho habitaciones que tenía la casa. Quedaron sin ropa de tanto tirarse de ella. Acabaron haciendo el amor como si fueron dos animalitos en la enorme caseta abandonada del perro antipático. Los más de cien gatos les miraban y maullaban rabiosos por los celos que le tenían a Doramas. La inmensa melena negra de Guayarmina le asemejaba a una leona peligrosa que arañaba a su pareja para que no parara. Él trataba de defenderse cumpliendo con el rito nupcial. Todo desembocó en un barranco furioso de gritos de satisfacción que se perdían en la espesura de la foresta. Cuando las últimas gotas de luz se enredaron entre las ramas, Doramas, sin despedirse, desapareció engullido por la negrura de Enac.



Cuando llegó a su casa el tema del conflicto con las madres le llevó a recordar lo que pasó en el barrio de la Tosca. Un mal día, a la salida de clase, una pareja, padres de varios de sus alumnos, se le atravesaron amenazantes delante del coche con unos palos en la mano. Tenían unos seis hijos de todas las edades. Alexis Ramírez, el padre, llamaba la atención por lo bajito y lo delgado que era, más parecía un adolescente con bigote. Virginia Rodríguez, su mujer, era todo lo contrario, muy alta y gordita. Rumores que circulaban por el barrio sugería que llegaba a pegarle a su marido.


(Del libro "Raíces de volcán dormido")

Félix Martín Arencibia

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