Les dejo ahí un fragmento de mi relato "Querido maestro" que está incluío dentro de "Raíces de volcán dormido". Se trata de una creación literaria basada en la vida y anhelos de un enseñante vocacional. ¡Que la disfruten!
QUERIDO MAESTRO
Le persiguen, no sabe exactamente quiénes. Corre, se aproxima al risco. Ahora distingue dos sombras gigantescas. Se queda paralizado. Está al borde del precipicio. Se gira, lucha, lucha, lucha… Pierde sus fuerzas. ¡Está perdido! Intenta gritar pero no le sale voz alguna. Se despierta sudando, respira todavía asustado. La luz que se cuela por la ventana, le toca y le anima.
Doramas Tejera reacciona, da un salto y abre la ventana para que salgan los fantasmas que le perseguían durante su sueño. Al golpito se va sintiendo feliz contemplando cómo el dios sol, Magec, se posa orgulloso sobre las palmeras del horizonte cercano que se recortan sobre las montañas.
Es una de las pocas pesadillas que como pequeños posos le quedan de su pasado de maestro de escuela rural. Quizás simbolicen los retos imposibles que a sí mismo se impuso y a los que tuvo que enfrentarse.
Doramas Tejera tiene ahora sesenta y cinco años, apenas unas ligeras pinceladas blanquecinas salpican su cabello. En su redondeada cara luce un ligero bigote que se ha ido encogiendo con el discurrir del tiempo. Se conserva relativamente bien y tiene una salud pasable, tan sólo algún pequeño achaque. A veces, antes de dormirse evoca su pasado docente aún vivo: de claros y sombras, de felicidades y desdichas, de sus luchas casi épicas en pos de sus retos vocacionales.
Recuerda con cariño los primeros momentos en los que llegó a la localidad del Valle de las mil Palmeras, también conocida desde la época de los primeros habitantes por Tamaraney. El pago se hallaba situado junto al cauce de un arroyo de agua permanente, rodeado de un palmeral y algunos restos de un antiguo bosque muy frondoso. También disfrutaba de fértiles terrenos de cultivos de subsistencia, mientras otros se iban poco a poco dejando abandonados para ir siendo engullidos por la especulación urbanística. Consiguió alojarse en un enorme caserón solitario con tejado, corredor y una balconada. Se encontraba situado en lo alto de una pequeña colina desde la que se divisaba todo el valle donde se mezclaban la antigua arquitectura agrícola con otra carente totalmente de identidad. De todas maneras ¡Era un lugar maravilloso que le había llenado de energía y creatividad!
La escuela que le tocó era una antigua casa también de tejado. Se dividía en un salón grande donde se daban las clases y otro más pequeño donde se metían algunos trastos y a veces se utilizaba para algún taller escolar. El baño se encontraba a más de cincuenta metros en un pequeño cobertizo junto a una acequia que pasaba paralela al arroyo y donde iban a tener los residuos. Las otras escuelas se repartían por diversas viviendas del pueblo. Los maestros se reunían todas las semanas en un cuartito estrecho de la escuela de Miguel Artenara, el director.
En aquel comienzo de curso tenía como siempre la mente repleta de nuevos proyectos. Soñaba con una escuela ligada a la realidad cotidiana del niño, que proyectase valores como la justicia, la libertad y la democracia. Inició las clases procurando primeramente que los niños se conocieran a sí mismo, que pudieran describirse tanto física como psíquicamente. Se ayudaban unos a otros recordándose lo que no se habían dado cuenta. Eso fue lo que hizo la primera semana y le ayudó a crear un excelente ambiente en la clase.
A la semana del comienzo del curso el director le comunicó en un pequeño cuarto que hacía de despacho que una madre quería hablar con él.
─ No sé qué tema quiere hablar contigo, pero parecía un poco seria ─ le dijo.
(fragmento del relato "Querido maestro" del libro "Raíces de volcán dormido")
Félix Martín Arencibia
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