Con ustedes amigos-as la planta llamada vinagrera y un relato gestado en Londres-06
AMAPOLAS
PARA UNA MEMORIA
El ya algo viejo Espectador,
sentado frente a la tele, se sentía algo receloso. No entiende casi nada de
inglés a pesar de los esfuerzos que ha realizado para dominar el idioma de W.
Shakespeare Los presentadores e invitados de la televisión le resultan
marcianos, con sus amapolitas colgando de sus vestidos. Parecían que celebrasen
algunos carnavales si no fuera por su seriedad. Por las calles personas mayores
y algunas no tanto portaban unas amapolas en sus solapas. Algunos llevan boinas
y un tanto orgullosos llevan unas cuantas medallas reluciendo en sus chaquetas.
También discurren algunas mujeres que lucen también de condecoraciones. Incluso
algunos llevan faldas escocesas ¿Qué significarán esas amapolitas?, se pregunta
el Espectador.
Al Espectador, le resultaba toda esta especie de espectáculo
algo un tanto cursilón. Ser reiría de todo ello si no los viera tan circunspectos,
como si realizaran un ritual algo religioso. Se da un paseo en una guagua de
turismo. Frente a la añeja, pétrea y bella catedral de Westminster se
encuentran colocadas muchas cruces pequeñitas adornadas con las ya mencionadas
flores de papel. Seguía sin explicarse toda esta parafernalia que coincidía con un
tráfico intenso en la capital londinense. Se encontró con un grupo un tanto
escandaloso de turistas españoles acompañados por un guía venezolano.
–Oiga, perdone, ¿qué significan esas amapolas que portan la
gente? –le interroga don Espectador con cierta curiosidad.
–¡Ah, las exhiben en sus vestidos para celebrar el día del
Soldado Desconocido! Se homenajea al
millón de fallecidos británicos durante la Segunda Guerra Mundial.
–¡Gracias por la información, amigo! ¿No cree que tendrían que
recordar también a los fallecidos en las guerras de Irak, Afganistán, Siria…?
¡Sí, tanto a los suyos como a los nativos de esos países que ellos atacaron y
que son también hijos dios aunque el suyo se llame diferente! –le sugiere el
Espectador.
–Quizás tenga razón, perdone, pero ahora tengo que seguir con
mi trabajo de guía.
El Espectador continuó pensando a raíz del hecho que había
presenciado. En España, y también por supuesto en Canarias, también tendrían
que recordar el cerca de un millón de muertos entre la Guerra Civil y lo no menos
sangrienta represión de la postguerra. Han permanecido casi setenta años
aparentemente olvidados los que fueron lanzados a pozos, simas, al fondo del
mar… Ya está siendo hora que acabe ese silencio amordazado. Es necesario que se
desentierre la memoria y los restos de los seres queridos para que nunca se
vuelva a repetir semejante atrocidad. ¡Esperemos que haya amapolas para todos
los implicados! ¡Si no nos conformamos con unas margaritas silvestres que tanto
abundan por estos lares!, pensó con cierta ironía.
London 12-XI-06 (sí fue concebido en Londres por esta fecha)
Félix
Martín Arencibia
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