sábado, mayo 27, 2006

Narrativa
Sus obras publicadas son "Ahínco" y otras en distintos medios de comunicación. Tambien otras inéditas como: "El hombre que sabia volar", "Raíces de volcán dormido" y otros relatos sueltos.

Ahora fragmento del primer capítulo de "El hombre que sabía volar"



DEL LIBRO INÉDITO:
“EL HOMBRE QUE SABÍA VOLAR


1


DESAPAREZCO EN LAS PROFUNDIDADES DE ENAC


Hoy el Azul es el dueño de las alturas siderales. Yo extiendo mis alas. Respiro el aire puro aromatizado por el olor de la retama, los codesos, los pinos, los laureles... Mi espíritu está embriagado de plenitud y amor a la Tierra. Ahora doy vueltas alrededor del Sagrado Nublo. Mi corazón baila melodías milenarias. ¡Qué potencia sexual simbolizada! ¡Monumento a la fertilidad! Debajo la Caldera de Tejeda, el útero gigante sobre una tormenta petrificada. Vuelo y revuelo. Subo y bajo. Azul infinito y en picado cayendo sobre el gánigo formado por cráteres erosionados ¡Felicidad de erotizado placer!
Ahora cual cernícalo planeador me dejo arrastrar sobre los erguidos pinos, guardianes guanches. Verdes, amarillos, blancos. Alfombra multicolor. Los olores fuertes turban mis sentidos y me hacen viajar desde el más lejano pasado, hasta el futuro que se pincela más allá del horizonte ensangrentado de la tarde ¡Un pinzón azul se esconde en la espesura de la depredación humana, mientras, entona una melodía lastimera! Silencios rotos por la sinfonía pinura.
Voy más allá, vuelvo sobre los Roques Sagrados. Alzo el vuelo en dirección a la tarde que duerme sobre un lecho enrojecido, anidando sobre el Abuelo Teide, el dios Echeyde de los primeros canarios. Sigo con mi aleteo atraído por la magiatalismán de Magec - el dios sol - que muere una vez más en medio de un charco rojo. Las algodonosas y níveas nubes me invitan coquetas a su lecho confortable. Yo sigo volando y volando, incansable. Llego a nuestra pirámideteide que nos entronca con el Egipto faraónico. Me cuelo por su enorme boca y desaparezco en las profundidades de Enac, la señora de las oscuridades. Allí me encuentro con unos seres extraños, negros como el picón, con caras de ratón y unas alas en forma de paraguas. Nada más verme se ensañan conmigo hurgándome con unos tridentes que llevan en una especie de manos de más de diez dedos en cada una. Me miran agresivos con unos ojos enormes como gigantescas bolas de vidrio. Vuelan y revuelan a mi alrededor. Al principio me quedo sorprendido sin saber qué hacer. Luego me suelto y corro detrás de ellos. Se esconden en las miles de cuevas que hay en el interior de Echeiyde. Chillan y chillan y el eco se repite en miles de ecos que me confunden. Uno viene por detrás y me pica. Me lleno de rabia me doy la vuelta, pero ya no está. Otra aprovecha para pincharme de nuevo ¿Irán a acabar conmigo estos malditos? Ahora no veo a nadie. Sólo gritos y más gritos que se repiten hasta el infinito. De repente aparecen todos a la vez, en bandada. Se echan todos sobre mí. Por momentos me quedo petrificado en el suelo esperando lo peor. Los furiosos ojos cristalinos me atraviesan con sus miradas. ¡Sorpresa! ¡Me llenan de abrazos y besos cariñosos!
Se han divertido tomándome el pelo los muy bandidos. “¿Te asustaste hombrecillo alado?” ─ me preguntan riéndose. “No voy a estar loco de contento, cuando vienen nos encanta divertirnos. Somos los guayotas, los demonios más divertidos del mundo”. Hablamos y hablamos. Ellos tienen...

1 comentario:

  1. Habría que añadir aquí otras obras inéditas como "Raíces de volcán dormido" "El hombre que sabía volar" y otros relatos cortos sueltos.
    FÉLIX M. ARENCIBIA

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