El ser diferente es algo que no se perdona. Se tiende al pensamiento único que marca el sistema. Este es uno de los relatos del libro "Raíces de volcán dormido"
ANDAMANA CAMBIÓ UNA MAÑANA
Aquel día me volví a caer en el súper, precisamente a las doce cuando se encontraba abarrotado de marujas. Todas se habían quedando contemplando cómo me caía. ¡Y cómo me miraban! ¡Se les notaba el regocijo! Pero bien que intentaban disimularla poniendo cara de:
─ ¡Pobrecita niña, siempre se está cayendo!
¡Al carajo con todos ellas, hipócritas de mierda! ¡Ha sido horrible!, pensaba. Mientras, seguía tirada boca arriba mirando sus sonrisitas compasivas. Impotente, sin poderme levantar. Al final se amontonaron cuatro a ayudarme a levantar. Sí, ahora con rostros de salvadoras de protección civil. Este pasaje que te cuento ha sido una constante en mi pequeña y triste historia personal como luego verás.
Mi vida se convirtió en un drama desde que a los dos años me atacó esa pérfida enfermedad que me produjo lo mío. Para mí la existencia ha estado llena de peligros. Las calles eran una selva llena de fieras amenazantes: postes en las aceras, baches, entradas de vehículos, el despistado que no mira por donde camina, la humedad, el sol, la lluvia, el humo del cigarro… Lo mío es algo complicado, no me permite llevar una vida normal como todo el mundo. Los hombres no me tienen en cuenta. Me ven más como un animal reproductor que como una persona. Por supuesto eso no me ha permitido soñar con una pareja estable. La única que me trataba con cierta comprensión era Yaiza la Jorobá, que compartía conmigo algunos de los desprecios de la gente que margina al distinto o lo trata como si no fuera una persona con dignidad... (continuará)
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