Amigos-as naveguemos con el pensamiento. Fijémonos un punto no muy lejano.
-
William fue hacia la caja, contó muy despacio. ¡Es
muy poco!, se dijo. Siempre es poco el dinero para el codicioso por más
millones que gane.
-
Ahí está la muchacha junto a la barra dibujando su
frágil perfil. Menea y remenea el azúcar del café. Prueba y aleja la taza, está
demasiado caliente. Consigue tomarse un buche y otro, pero por más que beba
nunca alcanzará a saciar a la tristeza que hoy arrastran sus pies. ¡Mañana será
otro día!.
-
Hablan y hablan a media voz, parece que de dinero.
Son dos hombres que forman un tándem junto a la barra, uno es algo mayor y el otro
un tanto más joven. El primero dice que gana no se cuántos euros de pensión. El
otro habla poco, más bien asiente. A pesar de todo el más viejo habla de poner
dinero en el banco. El efecto de las copas parece que les ha trastornado la
percepción de la realidad. La verdad es que la miseria les persigue implacable,
pues uno es pensionista de 300 euros y el otro parado. ¿Quién les habrá
prestado para echarse las copas? Seguro que el banco no ha sido. ¡Ah, de
ilusiones y un poco de comida puede que se viva o mejor se malviva! ¿Quién
sabe?