Amigos y amigas les dejo con un relato que espero les agrade e interese
Alfredo
Pocopelo va de barra en barra huyendo de sus propios miedos que están casi a
punto de alcanzarle. Después de recorrer las estaciones donde copa a copa ha
llenado hasta estar cerca de saciar su botella interior. Ha llegado a su casa
derrotado, odiándose. ¡Una vez más la cobardía me ha ganado! –se dice a sí
mismo.
Su mujer,
Pepita la Presumida, hace tiempo que no le mira ni le respeta, ha perdido la
esperanza de encontrarse de nuevo con aquel Alfredo Muchopelo que conoció hace
años. Le grita:
–¡Borracho,
eres un borracho sucio! – le repite su Pepita Grillo, que es bastante pesada y
un tanto antipática.
Pocopelo
se va derecho a la cama. Se tapa los oídos para protegerse de los chillidos, de
aquella agresiva cacatúa, pero es inútil. Su infierno se encuentra dentro de su
cabeza, en todo su cuerpo… Mientras, con las copas trata de olvidar, anestesiar
el dolor de la frustración y el desencanto de no haber conseguido ser un pintor
de talla internacional: un Picasso, un Van Gogh, un Manolo Millares, un César
Manrique… Se quita las manos de sus pabellones auditivos:
–¡Borracho,
borracho! –le repite su lorita Presumida.
¡Pues,
yo no me voy a rendir así como así!, se dice con cierta rabia. Si no soy un
pintor internacional, podré serlo nacional, insular o de mi villa, se dijo
ahora tan bajito que casi no se le oía. ¡No volveré a beber nunca más! Se
querrá cómo es, ambicionando crecer. Será un campeón, porque no ha de haber
otro semejante a él.
CONTINUARÁ
Félix Martín Arencibia
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