miércoles, julio 08, 2009

DESDE EL BALCÓN DE NUESTRA PALMAERA


DESDE EL BALCÓN DE MI PALMERA

TRES ERAN DOS, CÉSAR Y GAUDÍ (2)

Félix M. Arencibia

El verano sigue encendiéndose desprendiendo supuestos olores a monte quemado. Bentejuí Macías, piensa que hay que mantener bien limpios los montes, cunetas y campos de hierba seca. Nada de “fósforos” que quieran prender fuego a los bosques, como en el título de una de la novela de la trilogía del sueco Stieg Larsson. ¡Que el verano sea disfrute y no tragedia! Inicia la redacción de una nueva carta, continuación de la anterior, a su amigo Fernando Pérez Nadal. Hola:

Repasando la biografía de Gaudí, Fernando, me llamó la atención su muerte en un accidente de tranvía. Enseguida me acordé de nuestro querido César Manrique que también falleció de parecida manera al igual que Sventenius, el sueco fundador de nuestro Jardín Botánico “Viera Clavijo”. Dicen que los genios son despistados, a ellos los atropelló la modernidad que ellos pretendían, pero las máquinas son productos rebeldes de esa corriente menos artística y más maléfica, pues ha contribuido con su contaminación al cambio climático. Ambos, César y Gaudí, tanto montan uno como desmontan el otro, eran lo que algunos podían etiquetar en la actualidad unos “artistas cursilones” enamorados de la Naturaleza. El catalán con su irreverente, para sus precursores, catedral de la Sagrada Familia, es un desafío a la arquitectura anterior y quizás posterior en el que la naturaleza y el arte se abrazan como dos tortolitos ñoños. El Parque Güel, qué bien nos había venido algo parecido si motiváramos a nuestros artistas y arquitectos, es un pulmón verde donde Gaudí anida su modernista obra. En ella suelta dragones mitológicos, juguetonas ranas, miradores con bancos multiformes y multicolores. Luego la Casa de la Pedrera y otras tantas obras donde dejó el catalán su sello irrepetible.
Nuestro César Manrique, Fernando, de alguna manera era un alma gemela, pero incomparable por su genio y su obra. César amasó con la lava del volcán sus obras muchas veces funcionales y otras más de finalidad estética: restaurantes, museos, casas, castillos, zonas de ocios… Así tenemos su Jardín de Cactus con su molino de viento antiguo, modernidad y tradición se ensamblan como un puzzle en un paisaje volcánico. En los Jameos del Agua, César hace el amor con las huellas de un tubo volcánico y da a luz una criatura hermosa, saludable, rebelde, personal. El artista canario además esparció de esculturas móviles que me recuerdan, amigo, a los molinillos con los que jugábamos cuando pequeños que terminaban hechos pedazos o con el palo de gamona roto por los suelos de tantos pinchazos con el alfiler. En el Monumento al Campesino, que se asoma como un don Quijote en medio de la llanura apiconada cubierta de parras, César supo homenajear al campesino canario, ejemplo de lucha, constancia, supervivencia y amor a la tierra. Luego nuestro artista amante del medio ha ido esparciendo la semilla de su arte por otras islas. ¡Lástima que no se le haya aprovechado mucho más! Como él no habrá otro, pero existen muchos artistas canarios que podrían aportar su creatividad para resaltar la belleza original de nuestro Archipiélago.
Sí, querido Fernando, tres fueron los amantes de la Naturaleza que perecieron ante la máquina contaminante: César Manrique, Eric Ragnor Sventenius y Antoni Gaudí. Dos fueron los artistas que fusionaron naturaleza y arte: César y Gaudí. ¡Enigma resuelto, catalancito de adopción! ¿No se te habrá pegado lo de la pela es la pela?
Bueno, te dejo con los cálidos versos de otro creador solidario, Mario Benedetti (Montevideo, 1920-2009): “Te vas tan sola como siempre / te echaremos de menos / yo y los brazos de la tarde / yo y mi alma y mi cuerpo.”

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